Los jefes no deberían se dominantes, pero muchos lo son. Con tu lenguaje no verbal puedes manipularlos, aumentar su ego y su aprecio hacia ti.
Saber de lenguaje no verbal, es importante; no sólo para descubrir, sino también para no ser descubierto. La mayoría de gestos, posiciones y movimientos que realizamos de forma espontánea esconde un sentimiento o emoción. Son comportamientos atávicos, consecuencia de la evolución de la especie.
Muchas de estas manifestaciones se encuentran en el ámbito de la relación dominante/sumiso entre dos individuos.
En general, y aunque los modelos cooperativos y colaborativos van generando un cambio, el rol de jefe/a está asociado a la dominancia respecto a sus colaboradores. Cuanto más torpe es el jefe, más exhibe esa dominancia impuesta. Y es aquí donde te damos estos consejos para que lo engañes al tiempo que ficticiamente aumentas su pobre autoestima.
Al saludar, no aprietes su mano pero tampoco la dejes muerta. Lo primero es poder y lo segundo indiferencia.
Asiente, de manera casi constante pero con movimientos lentos. Asentir con movimientos rápidos indica que estás de acuerdo pero también cierta urgencia por terminar, y la urgencia sólo la marca el jefe dominante.
Encoje, hazte pequeño/a, que se sienta grande y poderoso.
Muestra tu flanco indicando que estás entregado/a y que permites que te ataque. No te pongas totalmente de frente, es postura de provocación o al menos de no tener miedo a la pelea.
Ríele las gracias, cuidado esto es difícil de hacer bien. No tiene que darse cuenta que eres un pelota.
No le toques, la potestad de esa confianza es del macho alfa.
No indiques el final de tu tiempo de ninguna manera.
Y nunca, nunca lo corrijas de manera directa y/o pública. Sólo si te pide tu opinión alabas su idea y puedes incluir algo tuyo pero dándole el triunfo, a modo de ejemplo: “Está genial, seguro que ya has pensado en…”
Que se hinche, más y más a ver si explota.