Existe una correlación positiva entre el estrés y la productividad, pero una vez alcanzado determinado nivel se invierte la relación. El secreto consiste en mantener la organización con el nivel justo de estrés para conseguir una mayor productividad (y felicidad). Suena paradójico, pero no lo es. Lo llamamos NOE, nivel óptimo de estrés.
El estrés es imprescindible para la acción, en los animales se aprecia con claridad. Un perro juega, pelea, corre, salta y luego duerme plácidamente. Es decir, alterna momentos de estrés con momentos de descanso. Los humanos antes también nos comportábamos así, pero en nuestro estilo de vida actual vivimos con preocupaciones permanentemente. Como resultado, aumenta la población con estrés crónico y con ello surgen enfermedades como la obesidad, los problemas cardíacos y la depresión.
Así que nos encontramos ante un reto: mantener el nivel óptimo de tensión en la organización, obteniendo así productividad y felicidad, pero controlando su intensidad y constancia.
La Ley de Yerkes-Dodson concluye que la relación entre el estrés y la productividad tiene forma de U invertida. Es decir, en aquellas organizaciones donde el nivel de presión es bajo y faltan los desafíos, sus miembros tienden a sufrir falta de motivación, aburrimiento y, como consecuencia, un bajo rendimiento. Como ejemplo, las administraciones públicas de medio mundo (con honrosas excepciones). En el lado opuesto están las organizaciones con niveles extremos de presión cuyos trabajadores pueden llegar a sufrir crisis de ansiedad. SpaceX y Tesla son ejemplos claros de altísima presión.
Nuestras sugerencias para mantener un adecuado NOE en la organización:
- Formación para una adecuada gestión personal del estrés.
- ¿A quién no le gusta competir y ganar? Propón un reto a tu equipo.
- A veces los momentos de estrés fomentan la colaboración y la camadería.